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Natalio Botana, el tábano que zumbó en los oídos del poder

Buenos Aires aún respira el eco de aquel hombre indomable que convirtió el periodismo en un arte del escándalo. Natalio Félix Botana (1888-1941) fundó Crítica con el azar de una mano ganadora de póker y la audacia de quien sabe que las palabras pueden ser dinamita. Su diario no informaba: estremecía. Titulares como estallidos, fotografías que arañaban la retina, crónicas donde la sangre del arrabal se mezclaba con la tinta de Borges y Arlt. Vendía ochocientos mil ejemplares diarios mientras la élite fruncía el ceño y el pueblo devoraba sus páginas como un maná prohibido.

Su vida fue un laberinto de contradicciones políticas. Se decía anarquista por influencia de Salvadora Medina Onrubia, su tempestuosa esposa que insultó al dictador Uriburu desde las columnas del diario. Pero también financió aquel golpe de 1930 que derrocó a Yrigoyen, solo porque el presidente osó cerrar su redacción. En su quinta de Don Torcuato —donde Siqueiros pintó a su amante Blanca Luz Brum desnuda sobre los muros— conspiraban poetas y tiranos: Neruda charlaba con generales, Alessandri Palma brindaba con espías y botana bailaba en ese abismo donde el arte y el poder se enlazan como amantes peligrosos.

¿Periodista o mercachifle de la noticia? Para Manuel Gálvez, su diario era un circo de horrores que explotaba el morbo plebeyo. Pero en las cocinas de los conventillos, los lectores reconocían su voz ronca: aquella que denunció torturas durante la dictadura, que desafió a los poderosos con la misma saña con que les pedía publicidad. «El tábano infernal» lo llamó Leopoldo Marechal: ese insecto que pica a los caballos de la oligarquía para que no se duerman en el pesebre.

Cuando un accidente automovilístico lo arrancó de escena en 1941, dejó un legado envenenado y magnífico. Salvadora tomó las riendas del diario con la furia de quien había escrito Las descentradas, un manifiesto feminista donde declaraba: «Saber ser mujer es admirable». Su familia siguió rompiendo moldes: el nieto Copi deslumbró a París con su arte transgresor mientras el fantasma de Botana rondaba las redacciones argentinas.

Hoy, cuando su sobrino Natalio R. Botana alerta sobre los nuevos autoritarismos, aquel fundador de Crítica resurge como un espejo incómodo. Nos pregunta si el periodismo puede ser masivo sin volverse vulgar, si es posible morder la mano del poder sin convertirse en su perro. En sus contradicciones —anarquista que apoyó golpes, vulgarizador que publicó genios— late el pulso frenético de una Argentina que aún busca su rostro entre el barro y los astros.

Para recorrer sus sombras:

La biografía El Tábano de Álvaro Abós

Salvadora, retrato de Josefina Delgado

Los murales de Siqueiros en Casa Botana, testigos mudos de sus excesos

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